Dolor Crónico y factores biopsicoemocionales
Según la IASP (Asociación Internacional para el Estudio del Dolor) “El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a una lesión real o potencial o descrita en los términos de dicha lesión”. Hay que diferenciar el dolor de la nocicepción. La diferencia clave entre estos dos radica en que la nocicepción se refiere al proceso fisiológico de detección y transmisión de señales nocivas, mientras que el dolor es una experiencia subjetiva que surge de la interpretación de estas señales por parte del cerebro, influenciada por una variedad de factores psicológicos, emocionales, sociales y culturales de la persona.
El dolor puede dividirse en agudo y crónico: el dolor agudo ocurre inmediatamente después de la activación de los sistemas del dolor por una lesión o daño, como cuando una persona se corta, se golpea, sufre un esguince, etc. Se desencadena por diferentes tipos de estímulos y tiene como objetivo proteger al cuerpo. Por lo general, no está asociado con síntomas psicológicos y emocionales importantes y tiene una duración menor a 6 semanas. El dolor crónico, en cambio, no tiene una función protectora clara y puede persistir mucho tiempo después de una lesión o incluso en ausencia de ella. A menudo es difícil de tratar y está relacionado con síntomas psicológicos y emocionales significativos. En cuanto a su duración, se habla de dolor crónico cuando la experiencia dolorosa persiste por más de 3 meses. El dolor musculoesquelético, como el dolor de rodillas, dolor de hombro, el lumbago mecánico entre otros afecta a una parte significativa de la población adulta, especialmente a adultos mayores y personas en edad laboral.
Antes se creía que el dolor era simplemente una señal de daño en el cuerpo, pero ahora sabemos que no siempre es así. Por ejemplo, estudios recientes muestran que los problemas en imágenes médicas o el desgaste en discos de la columna vertebral no siempre se relacionan con el dolor y quedan como simples hallazgos imagenológicos. Por lo que en situaciones donde los exámenes complementarios sean o no determinantes, siempre hay que evaluar de manera integral a la persona, es decir, incluir en la evaluación preguntas que abarquen distintos factores físicos psicológicos, emocionales y sociales que podrían estar siendo agravantes de la experiencia dolorosa. El dolor es una mezcla de información sensorial, cognitiva y emocional. Factores emocionales, como la depresión, el estrés y la ansiedad, pueden intensificar y prolongar el dolor. Además, hay factores sociales, como las relaciones interpersonales y el estrés laboral, que también pueden influir en la experiencia del dolor. Por otra parte existe la catastrofización, que en palabras simples es el pensamiento exageradamente negativo que tiene una persona frente a una situación que se percibe como amenazante. Por ejemplo, imaginarse lo peor cuando sientes algún dolor o creer que algo malo va a pasar debido a una lesión o molestia. Generalmente las personas que tienen catastrofización también sufren de kinesofobia que es la evitación del movimiento por miedo a que se reproduzca el dolor. Es muy importante mencionar que la intervención a través de la educación terapéutica ha demostrado una influencia positiva sobre la kinesiofobia y las creencias de miedo-evitación.
La kinesiología desempeña un papel fundamental en el tratamiento del dolor musculoesquelético al abordar los problemas de movimiento y función del cuerpo. Este tipo de dolor puede ser exacerbado por diversos factores psicoemocionales que afectan al paciente, incluyendo el estrés. Para obtener resultados óptimos, es esencial participar de la actividad física con una prescripción adecuada por parte de un profesional y comprender los beneficios del ejercicio, que incluyen fortalecer los músculos, mejorar la flexibilidad y desarrollar una comprensión más profunda del dolor y su relación con el movimiento.